Marceliano Mejía Carmona: Foto Carmen Humanez Blanquicett
Resumen
La
décima es una de las manifestaciones culturales más importante del departamento
de Córdoba. Este género de poesía
popular, cuya larga tradición en el acervo de la cultura iberoamericana ha sido
objeto de estudio por parte de folcloristas y lingüistas cubanos, españoles,
mexicanos y venezolanos, es –en el caso de Colombia-
uno de los hilos que unen la cultura del Caribe
occidental colombiano al resto de la cultura Caribe. Sin embargo esta manifestación de la cultura popular, en la
que convergen literatura, música y arte escénico, no ha sido suficientemente
estudiada en el caso colombiano. Sobre la vida y la obra de los decimeros de la
región, a pesar de ser personajes que ocupan un lugar importante en la
actividad cultural de muchas aldeas y pequeñas ciudades de los departamentos de
Atlántico, Bolívar, Sucre y Córdoba, sabemos muy poco. En este
trabajo se reconstruye la historia personal de Marceliano Mejía Carmona, un juglar oriundo de San Andrés de Sotavento, quien era, al momento de la culminación de
este escrito, el decimero de mayor edad entre los decimeros de Córdoba. Igualmente,
se ha llevado a cabo una revisión bibliográfica, cuyo objeto es el de insertar
la tradición decimera cordobesa dentro del universo de la tradición decimera
del caribe, con el propósito de contextualizar la carrera artística de Marceliano Mejía Carmona dentro de este
universo cultural.
Palabras
claves: décima, caribe, Córdoba, Sucre, Bolívar, decimeros, cultura popular, Marceliano Mejía
Carmona.
Introducción
Marceliano Mejía Carmona : Video tomado de YouTube
Tendría yo cinco o seis años cuando tuve mi primer contacto con la décima. Una noche llegó mi padre borracho, en compañía del indio Agustín Pérez, uno de los jornaleros esporádicos que trabajaban en la finca de la familia. Como era tarde en la noche, estaba lloviendo y entre su casa y la nuestra había una espesa punta de monte, Agustín Pérez se quedó a dormir en una hamaca en la sala. Mientras rumiaba su borrachera y se iba quedando dormido, el indio se puso a cantar una serie de versos pícaros, de los que solo recuerdo la siguiente estrofa:
Soy
bonito sin peiná/
Soy
sabroso sin condimento/
De to’o
los bueno elementos/
Que tiene
este mundo/
A mí no
me jase f’ata n’a/
Soy ma
velos que viento/
Y jasi me
fa’te las patas/
Yo
siempre podre corre y sa’ta/
Po’que a
mí me pario mi mama/
Pa’que yo
llegara lejo/
Me jestoy
voviendo viejo/
Y todavía
no sé a jonde voy a llega/
Si
bien no he vuelto a oír ese verso en el repertorio de otro decimero: valga
aclarar que Agustín Pérez bueno y
sano nunca tuvo pretensiones de decimero, el estribillo no se me ha borrado
nunca de la memoria. Todo lo contrario: frecuentemente lo encuentro flotando en
la nube de recuerdos gratos, que guardo de mi infancia rural en medio de las
colinas boscosas, que salpican el paisaje de las veredas del corregimiento de Loma Verde. Gracias a ese verso, que
recito de vez en cuando para reírme de mí mismo o para hacer reír a los otros
de mí, he terminado por tomar conciencia sobre los elementos – que a mi modo
ver – componen la cultura vernácula de la región que comprende la banda
occidental del Magdalena, entre el sur del Atlántico
y el nordeste de Antioquia:
particularmente los municipios de Caucasia,
Nechí y en menor grado El Bagre, hasta la zona nororiental del Urabá.
Acuarela que representa a un grupo de cantores populares, figuras tradicionales de las ciudades de América latina. Imagen tomada de "+" blogger
El
objetivo principal de este artículo es el de perfilar una biografía breve de Marceliano Mejía Carmona. Con el fin de
cumplir a cabalidad dicho propósito, nos hemos propuesto el objetivo de revisar,
de manera general, la historia de la tradición decimera a lo largo y ancho del Caribe hispano. Esto con el objeto de
desarrollar el principal objetivo específico de este trabajo: insertar la tradición decimera del Caribe colombiano dentro
del universo de la décima en esta región del continente, con el fin de
establecer el lugar que ocupa dentro de ese contexto la carrera artística de
este cantor
popular. A partir de esos objetivos buscamos dar respuesta a una serie de
preguntas que nos hemos formulado en el marco de esta investigación: ¿Qué lugar ha ocupado la décima dentro de las
tradiciones culturales del Caribe
hispano a lo largo de su historia y que lugar ha ocupado en las tradiciones
culturales del Caribe colombiano?
¿Con qué otras manifestaciones culturales se ha asociado ella allí y cómo ha
evolucionado esa relación? ¿En qué área del Caribe colombiano la décima hace parte de manera evidente del
acervo de tradiciones culturales locales? ¿Qué tipo de público ha manifestado
allí históricamente interés por esta expresión cultural? ¿Cuáles son las
principales figuras de la décima en las Sabanas de Bolívar y el Sinú y qué tipo
de décima han cultivado? ¿Quién es Marceleano Mejía Carmona?, ¿Cómo se hizo
decimero?, ¿Cómo se ha desarrollado su carrera y cuál es su género de décima
favorito?
En
el proceso de documentación de esta nota contactamos –a través de Facebook- a
15 personalidades vinculadas a la vida cultural y a la actividad informativa y
docente en los departamentos de Córdoba y Sucre. De ellas nos respondieron seis:
William Fortich, historiador,
investigador y profesor universitario jubilado, Alfonso Ramon Hamburger
Fernandez, periodista,
escritor y cronista, Ricardo Olea
Hernandez, folclorologo, Naudin
García Petro, profesor, escritor y formador cultural, Jaime Montoya Coronado, periodista y Emil Perez, profesor universitario y artista. De las seis personas
que respondieron, tres nos aportaron información que consideramos de utilidad.
La biografía del decimero Marceliano
Mejía, que aparece al final de la crónica, se construyó a partir de esos
testimonios y de varias entrevistas, que nos concedió el decimero en los
últimos 10 años. Aunque el asunto no tiene ninguna importancia, no está demás señalar
que la casa del cantor, en el barrio El
Dorado de Montería, colinda con la casa de mis padres por el ala sur. Ese
accidente geográfico me permitió de
compartir con éste veterano juglar largas horas de conversación, en la puerta del ventorro de mi madre, durante el año y pico que fuimos vecinos.
Un viaje por el universo de la décima a lo largo y
ancho del Caribe hispano
Maximiliano Trapero,
profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, considera que la décima es algo más que “una estrofa específica
de la métrica española”. En su parecer, esta manifestación literaria, más que
“una serie de versos sin límite fijado, aunque sometidos a una métrica
determinada”, (ese fue uno de los usos que se le dio a la palabra "estrofa"
por parte de los decimeros antiguos), “es también una composición poética”, que
“ha llegado a ser todo un género literario”. Para el profesor Trapero “la
décima es un fenómeno cultural que ha sobrepasado los límites de la literatura”,
lo cual hace de ella eso que los científicos de las ciencias humanas se han
dado en llamar un «complejo cultural». Por eso sostiene el profesor Trapero que para explicar la décima y
su historia se “requiere de todo un libro” (ulpgc).
En
el prólogo del libro La décima: Su historia, su geografía, sus
manifestaciones[i],
el profesor Trapero afirma, no sin
antes repasar a vuelo de pájaro la historia de la versificación hispana, que “desde
el punto de vista meramente métrico, la décima es, junto al soneto y al
romance, el metro más usado en la lengua española”. Si bien es cierto –afirma
él- que “desde una perspectiva muy general, puede decirse que cada época, y hasta
cada género poético, ha preferido un metro determinado”, también es cierto que estos
tres tipos de estrofas han predominado a lo largo de la historia de la
literatura hispana después de la Edad Media. El soneto ha privilegiado el verso
endecasílabo, mientras que el romance y la décima han preferido el verso octosílabo.
Sobre
el origen de la décima, el folclorista Antonio
García de León nos recuerda que ésta
fue creada en Andalucía, España, a finales del siglo XI, por Vicente Espinel, el mismo hombre que le
agregó la quinta cuerda a la guitarra y estableció la afinación definitiva de
la bandola. Ese músico, según García de
León, “inventó, en un arrebato de inspiración, la planta poética de la
décima: joya de diez versos octosilábicos que desde entonces fue conocida como
espinela”. Según el profesor Trapero,
la
espinela ha venido a convertirse en “la décima por antonomasia, sin que
necesite de adjetivo alguno que la especifique”. Esto se debe según “Juan Pérez Guzmán, el primer biógrafo”
de Espinel, a un hecho preciso: «la
décima de Espinel constituye una composición tan perfecta como el soneto, sin
sus pretensiones heroicas, por cuya razón ha sido siempre preferida a éste para
expresar un pensamiento completo, aunque más sencillo que el que al soneto corresponde»
Sobre
el paso de la décima a la América
hispana, García de León sostiene
que ésta se implantó en el continente a través del Caribe, aprovechando la intensificación de los intercambios de todo
tipo, que se hacían entre España y
el Nuevo Mundo. Desde su llegada, la
décima se convirtió en un patrimonio de la cultura popular de Puerto Rico, Cuba, Venezuela, Colombia, República Dominicana y de la región de Vera Cruz en el Caribe
Mexicano. En esos países de América,
recalca García de León, la “poesía y
tradición musical populares” le “deben mucho a esta andaluza universal” (tlaco).
El
historiador William Fortich[ii]
sostiene que en la América Española,
ya fuera en Argentina, ya fuera en Chile o ya fuera México, “la décima constituyó durante la primera mitad del siglo
XIX la prensa informativa”, pues ésta
representaba “no sólo para las personas instruidas sino muy particularmente, para el pueblo” un medio informativo. En las
pequeñas ciudades de la época, la gente se deleitaba escuchando “las noticias
cantadas o declamadas por algún cancionero vendedor de hojas sueltas, acompañándose con una
guitarra o un arpa” o con su acordeón, tal como sucedió con el mito que ha dado
pie a la leyenda vallenata, encarnada por Francisco el Hombre.
Lo
acotado por Fortich concuerda con lo
precisado por el profesor Trapero.
Según Trapero, el paso de la décima
de España a América indujo cambios profundos en el uso de ésta. En el nuevo
mundo se fue abandonado paulatinamente su escritura hasta hacer de ella una
manifestación fuertemente arraigada en la oralidad. Por la vía de la oralidad
la décima se convirtió en poesía popular, “al lado de los otros géneros
tradicionales, el romancero y el cancionero, hasta llegar a ser la expresión
preferida de la poesía popular” de todo el mundo luso-hispánico. Esto explica
porque de ella se han servido para la queja, para la alabanza, para la controversia,
para la burla, y para la sátira, así como para el canto y para la conquista amorosa,
los modernos juglares, los payadores, los trovadores y troveros, los
repentistas, los poetas improvisadores y “los permanentes aedos que, en efecto, con su guitarra al hombro”, han hecho de ella
“un genuino género folclórico” a lo largo y ancho del continente.
Como
nos lo muestra –el bien documentado y amplio trabajo- del profesor Trapero[iii]
la décima es un fenómeno cultural que atraviesa la cultura popular
iberoamericana. De la mano del cantor errante nació una relación estrecha entre
décima y música, que atraviesa casi toda la tradición musical popular del
continente. Sin embargo Trapero subraya que Cuba es, “posiblemente, el país en
que mayor arraigo popular tenga la décima”, ya que fue en Cuba donde los dos géneros
más antiguos de la poesía popular española: el romancero y el cancionero fueron
remplazados con mayor facilidad por la
décima. En ese país, según el Web-site Rumores de la campiña de Cuba, esa relación se materializo en El punto cubano, un género musical cuya “letra y música se
conjugan armónicamente para expresar el canto, que presenta una línea melódica
conocida como tonada”. Para la muestra
los versos de un muy bailado punto cubano:
Según lo sostenido en este
Web-site El punto es “la expresión musical por excelencia del
hombre del campo cubano” y una de sus variantes consiste en “narrar
cuentos en décimas, sin parar, y casi siempre sobre motivos fantásticos e
incongruentes” (decimas).
Yo soy el punto
cubano
Que’n la
manigua vivía
Cuando el mambí
se batía
Con el machete
en la mano
Tengo un
poder soberano
Que me lo
dio la sabana
De
cantarle a la mañana
Brindando
de mí saludo
A
la palma al escudo
Y
a mí bandera cubana
El estilo de
improvisar y cantar la décima al estilo campesino cubano ha alcanzado un
reconocimiento amplio en el mundo iberoamericano. Esto ha hecho del Punto
Cubano un modelo reconocido cuando de ejecutar la “poesía improvisada” se trata. El reconocimiento del Punto
cubano ha conllevado a que este estilo sea el más prestigioso
entre todos los estilos que existen a lo largo y ancho de la América Hispana.
En muchas partes se ha aceptado que la “poesía improvisada en décimas”, debe
hacerse “conforme a las «reglas» del Punto cubano, siguiendo las
“reglas de la música y de la instrumentación con que se acompaña” en Cuba
“la poesía improvisada” (ulpgc).
Sobre la universalización del canto cubano en décima, Trapero resalta el caso de las Islas Canarias, lugar que según él se ha convertido en el último bastión de la décima en España. Cuando la décima en Canarias estaba en un proceso de franca desaparición, fue reintroducida por emigrantes cubanos, lo cual explica porque “la manera de cantar hoy las décimas en Canarias no sólo” sea “cubana, sino que lo es incluso el nombre que lo designa: el punto cubano” (ulpgc).
En
lo que concierne a Puerto Rico, el folclorista
boricua Luis Manuel Álvarez[iv] sostiene que la décima en Puerto Rico es “el símbolo de identidad nacional”, pues del seno de la décima surgió el Seis jibaro: “el género musical puertorriqueño con el cual se canta la décima
octosílaba”.
Sostiene Álvarez que dentro de la dinámica, que rodea el
proceso de identificación de su nación con los
géneros folclóricos que se hacen tradicionales, surge un sentimiento especial,
que se podría definir como “el parámetro de la emoción cultural”. Para los
puertorriqueños –sostiene Álvarez- “el seis, que canta nuestra décima,
representa ese parámetro de emoción cultural”. En su consideración “ese
parámetro de emoción cultural” representado “en el seis es sumamente fuerte.
Por eso su proyección más allá” de las fronteras puertorriqueñas debe
entenderse “dentro de la perspectiva de lo que en realidad representa” para los
puertorriqueños: el “principal símbolo de identidad nacional”.
Para ilustrar con precisión lo sostenido por Álvarez traemos a colación un extracto de la
conferencia que diera sobre el tema, a finales de abril de 2001, en Valledupar (coqui ).
El mejor testimonio de la fuerza cultural del seis boricua es su ámbito
de acción cultural, sus funciones, sus usos y costumbres, y sobretodo el
lenguaje musical que acompaña sus décimas. Como género comunicativo y narrativo
el seis puede ser épico, romántico, jocoso, pasional y revolucionario,
filosófico, religioso, chabacano, o por el contrario sumamente culto y poético.
Es el mejor recurso de acción musical de los trovadores para improvisar décimas
a lo divino y a lo humano; pero también es uno de los mejores recursos para
cantar décimas en promesas, parrandas, y trullas campesinas. En las tradiciones
navideñas el seis es inseparable de su hermano menor: El aguinaldo. El
aguinaldo representa el canto de la décima hexasílaba y cuando se utiliza en
rituales de música navideña, se canta tradicionalmente fuera de la casa; al
entrar a la casa entonces se canta un seis. Esta tradición del aguinaldo afuera
y el seis adentro arropa a todo Puerto Rico. En esta época la décima hexasílaba
y la octosílaba domina todos los escenarios de la música navideña en Puerto
Rico
De la importancia del Seis en el imaginario puertorriqueño
da testimonio Ricardo “Richi” Rey y Boby Cruz, con su famoso Seis
chorrea’o
El trabajo de Álvarez nos permite de constatar que en la tierra del Gran Combo, la universidad de la salsa, no es la salsa el elemento que domina el imaginario popular, sino la décima. En ese país, como él lo expone, “la interrelación entre los poetas cultos y los cantantes y trovadores campesinos es extraordinaria”. Esto le ha permitido a la décima influenciar la cultura puertorriqueña en muchos ámbitos, a partir de un dialogo fluido “entre la décima culta y la música popular”, entre la décima y las oraciones religiosas y entre la décima y la plena. He aquí una décima religiosa extraída de la conferencia de Álvarez:
Ay, lelolay lelolea, lolay lolay lelolea,
Cuando llegue noche buena
Me voy pa casa e‘Ramón
A comer arroz con dulce
Y el rabito del lechón
Y pasteles bien picantes
Como los cocina flor
Mucho turrón alicante
Y un buen palito de ron
Cuando llegue noche buena
Me voy pa casa e‘Ramón
A comer arroz con dulce
Y el rabito del lechón
Y pasteles bien picantes
Como los cocina flor
Mucho turrón alicante
Y un buen palito de ron
El trabajo de Álvarez nos permite de constatar que en la tierra del Gran Combo, la universidad de la salsa, no es la salsa el elemento que domina el imaginario popular, sino la décima. En ese país, como él lo expone, “la interrelación entre los poetas cultos y los cantantes y trovadores campesinos es extraordinaria”. Esto le ha permitido a la décima influenciar la cultura puertorriqueña en muchos ámbitos, a partir de un dialogo fluido “entre la décima culta y la música popular”, entre la décima y las oraciones religiosas y entre la décima y la plena. He aquí una décima religiosa extraída de la conferencia de Álvarez:
Bendita sea tu pureza
Y eternamente lo sea
Y solo un Dios se recrea
En tan grandiosa belleza
A ti Celestial Princesa
Virgen Sagrada María
Yo te ofrezco en este día
Alma vida y corazón
Muéstrame tu bendición
Todas las horas del día
Con respecto a República Dominicana, la bloguera Olga Luciano sostiene en su blog Hasta la tambora, albergado en la página web del diario El País, que “las décimas constituyen un género de poesía popular muy arraigado en la cultura dominicana”. Bien que la documentación que se encuentra en línea sobre la décima en República Dominicana es poco fiable, en el texto La cultura criolla o la cultura dominicana, disponible en el portal El Rincón del Vago, se sostiene que “el género poético más utilizado por los campesinos era la décima, composición improvisada por personas dotadas”. Aunque dicho texto no desarrolla esta idea ni nos muestra un recorrido metodológico, que nos permita identificar los fundamentos que soportan dicha afirmación, hemos decidido darle crédito a la misma, pues como lo sostiene Philip Pasmanick en su trabajo sobre la décima cubana, la décima fue adoptada por las clases populares desde sus inicios, porque es “fácil de musicalizar y dotada de una estructura de rima atractivamente cadenciosa”. Eso hizo que en el Viejo Mundo –a finales de la edad media- la décima fuera “integrada rápidamente por campesinos andaluces y canarios, muchas veces analfabetos” a su repertorio lúdico (scribd).
Para mostrar el perfil de la décima que se cultiva en Quisqueya, traemos a colación un verso de la décima Los mangos bajitos, compuesta por el escritor Juan Antonio Alix, a quien su biógrafo virtual define como: “El más acabado tipo de poeta popular dominicano (poetas)
Dice don Martin Garata,
Persona de alto rango,
Que le gusta mucho el mango
Porque es una fruta grata.
Pero treparse en la mata
Y verse en los cogollitos,
Y en aprietos infinitos...
Como eso es tan peligroso,
El encuentra más sabroso
Coger los mangos bajitos.
Según la biografía, este
decimero fue el “primer
poeta eminentemente social que ha tenido el pueblo dominicano”. Su obra poética
dio inicio a “un nuevo merengue” que cantaba sus décimas porque “el jolgorio,
la agudeza, moraleja, expresión picaresca o intencional”, que iba “envuelta en
el estribillo o en una estrofa, quedaba asentada en el espíritu, y se repetía,
con ocasión de determinado motivo, como un dicho popular, con intención de
refrán”.
En cuanto al caribe continental hispano, en Venezuela –al suroriente
del caribe insular- la décima hace parte de una de las tradiciones más notorias
del folclor popular de éste país. Según el investigador Juan
Francisco Sans[v], que estudio las contribuciones
del músico, coplero y decimero Inocente Carreño à la música y la literatura venezolana del siglo XX,
en Venezuela existen dos estilos para cantar
la décima: uno propio de las Islas de Margarita y otro de los Llanos. Según Sans, en lo que compete a la
tradición “en la lírica popular venezolana” hay “28 temas medievales que […]
han sobrevivido”. Citando a Efrain Subero –quien escribiera el primer tratado académico sobre
la décima en ese país- agrega que en la tradición venezolana “no todas las
décimas son elaboradas especialmente para ser cantadas”, pues “las décimas,
satíricas, los pasquines”, son elaborados para que pasen “de mano en mano y tal
vez su misma peculiaridad impide que sean divulgadas en público.” Como lo
destaca Sans, en Venezuela todos aquellos que se han
ocupado de estudiar la décima han encontrado una fuerte relación entre verso
popular y música, pues allí se considera que “la esencia de la poesía popular
está en ser originariamente una poesía hecha para el canto”. Lo anterior
explica porque el venezolano cree con fervor que “el pueblo compone lo que canta
y canta lo que compone” (musicaenclave).
La relación estrecha entre música y lirica popular es –según Sans- la razón que explica porque Inocente Carreño, una de las figuras más
importantes del llamado arte mayor: la música coral y sinfónica, haya sido
también un prolífico escritor de coplas y décimas. De las decimas seleccionadas
por Sans en la
obra decimera de Carreño traemos al canto el fragmento de la décima, que compusiera este músico a
los miembros de la Orquesta
Sinfónica del Estado de Nueva Esparta
A ustedes, caros amigos/
Mi gratitud infinita/
Que hoy mi garganta grita/
Teniendo a Dios por testigo/
Pues merecería castigo/
Si yo en esta confesión/
Que brota del corazón/
No dijera a voz en cuello/
Hasta perder el resuello:/
¡Ustedes, chéveres son!...
En Panamá, en el suroccidente del Caribe Continental, la décima es considerada –según el registro del portal educapanama del Ministerio de Educación Nacional- como “la forma en que el hombre campesino expresa sus cuitas o su saber”. Wikipedia, que recoge un artículo de buena calidad académica y bien documentado sobre el tema, afirma que “esta manifestación poética” va casi siempre “asociada el género musical denominado "mejorana" […], de la cual los poetas se valen para acompañar melódicamente sus versos, los cuales se cantan principalmente en las "cantaderas", eventos que se llevan a cabo en los "jardines" o "jorones"”. La décima es considerada junto a la mejorana –décima cantada- como lo más valioso de la poesía folklórica panameña. Según el profesor Marino Jaén Sánchez, responsable de la página web Panamá típico, en Panamá cuando la décima se canta tradicionalmente es acompañada por instrumentos de cuerda, tales como la mejoranera (cinco cuerdas) o la bocona (cuatro cuerdas) ( panamatipico).
De las décimas seleccionadas por el profesor Jaén, reseñamos un verso de la décima Ani tú eres bonita
Aquella tarde preciosa,
Cuando tú viniste al mundo/
Sentí un placer tan profundo/
Porque te vi bien hermosa/
Sentía no sé qué cosa/
Al verte tan pequeñita/
Débil también enfermita/
Ni siquiera te movías/
Mi corazón te decía/
Ani tú eres bonita.
Otra región del Caribe donde la décima tiene un privilegio en la vida cultural es la región del Estado mexicano de Veracruz, en la parte centro-occidental del Caribe Continental. Allí según Rafael Figueroa Hernández “son populares los decimeros, que en los fandangos, entre son y son, recitan sus versos picarescos o de denuncia, mientras son acompañados por las jaranas, el marimbol, el pandero, el cajón y la quijada de burro que tocan los músicos”. En esa región se le llama fandango a “una fiesta popular, a veces improvisada, que se puede llevar a cabo en cualquier patio o calle, donde los bailadores apoyan a los músicos tocando ellos mismos un instrumento con sus pies”.
Acuarela de trovadores rurales.
Imagen tomada de blogger
Considera Figueroa Hernández que en esa esquina mexicana, la décima es el medio preferido por el pueblo para filosofar y para burlarse de aquello que no comparte o que no puede cambiar aunque le afecte. En esa región, según él, en los primeros días de febrero se realiza en el pueblo de Tlacotalpan, Veracruz, un encuentro de jaraneros que se conoce como el “Encuentro de la Décima Irreverente”, donde se recitan las décimas, que por su tono grosero están fuera de eventos oficiales ("+" wanadoo)
He aquí un verso que nos muestra el tono de las décimas que allí se cantan o declaman todos los febreros:
El estreñimiento
De los males el peor/
El maldito estreñimiento/
Te nubla el entendimiento/
Te ocasiona un gran dolor/
Se te cambia hasta el color/
Pronto se saltan las venas/
Sientes las entrañas llenas/
Intestino a reventar/
Después de mucho pujar/
Logras un pedito apenas.
En conclusión, como lo resalta Maximiliano Trapero en su estudio sobre la décima en
las Islas Canarias intitulado “La décima popular en Canarias: sus
modalidades de usos, su historia y su actualidad[vi]”, publicado por el Colegio de México, esa «viajera peninsular» ─como la llamó el Indio Naborí ─ es una manifestación
literaria, que viene de lejos y tiene un profundo arraigo a lo largo y ancho
del Caribe Hispano. Los estudios de Trapero –unos de los más completos sobre
éste género de poesía- nos muestran el itinerario de la décima a lo largo del
mundo iberoamericano. Su nacimiento en Andalucía, su paso
y establecimiento en Canarias, su llegada a los puertos
intercomunicados del Caribe: La Habana, Santo Domingo, Veracruz y Cartagena de Indias, y su partida de allí, de donde salió a establecerse en todos los países
iberoamericanos. Lo anterior hace que sea justo decir “que en cada una de estas
escalas [la décima] recibiera
improntas, que la constituyeran de manera peculiar, hasta llegar a adoptar las
formas definitivas de cada lugar” (ulpgc).
La décima en la cultura popular del viejo Estado de Bolívar
Mis
observaciones sobre el terreno; la lectura de las crónicas periodísticas y de diversos
relatos escritos; el examen de las narraciones orales que retengo y de las
letras del cancionero popular, que alegra los festejos patronales de los
parajes recónditos, que se encuentran diseminados por la geografía de ese territorio,
me permiten de considerar que hay cuatro manifestaciones culturales dominantes
en el panorama de las tradiciones folclórico-culturales de ésta región. Éstas
son: 1) la lidia del toro bravo, que se escenifica en las fiestas en corraleja;
2) el manejo del caballo, de lo cual dan testimonio los espectáculos
acrobáticos que aún se realizan por los lados de Sincelejo y de San
Bernardo del Viento; 3) la música de bandas (porros y fandangos), de
gaitas (cumbias y cumbiambas) y el bullarengue, y finalmente; 4) el cultivo de
la décima.
La lidia del tomo cimarrón
y el manejo del caballo, dos tradiciones populares en la población rural del antiguo
Estado de Bolívar. Imagen tomada del blog de Julio Luna "+" julioluisluna
Sobre
el lugar ocupado por la lidia del toro bravo en el imaginario popular no hay
que hacer mucho esfuerzo exegético para demostrar dicha realidad. Cualquier
investigador sociocultural, que quiera comprobar –de buenas a primera- dicha
relación, solo debe pedirle a cualquier morador de un pueblo de la región que
le cante el verso de una melodía, en la que se rinda tributo a los toros
bravos. Éste –si es un sabanero genuino o un sinuano autentico- en pocos segundos
podrá comenzar a tararearle unos versos de Julio
Fontalbo, que cantan:
Había un
toro muy rejuga’o/
Que era
ligero como un rayo/
Dicen que
como ese ya no hay/
Era
criollo cacho encontra’o/
Y
valiente de color bayo/
Por eso
don Arturo lo puso el Balay
Si
se pide que cante otra tonada que exalte el culto al toro cimarrón, éste podría
comenzar a canturrear:
Ya sali’o
el toro negro/
A la
corraleja homb’e/
Ya
salieron los manteros/
A hacerle
la faena compa/
Son de
Tolemaida/
Son de
Juancho Verna/
El
canto a la lidia del toro bravo: actividad temeraria y sangrienta, no se reduce
sólo al porro. También lo encontramos en otros géneros musicales de la región,
pues a la sazón Miguel Duran canta
Si sale
una vaca guapa/
Yo no
puedo aguantar la riza/
Como yo
no tengo manta/
La espero
con mi camisa/
Y si sale
un toro bravo/
No puedo
aguatar la picazón
De meterme
a la plaza
Con media
botella e ron
La
pasión por la lidia del toro bravo no es una cosa que se reduce solo a la
música. La décima ella misma recoge en su repertorio algunos versos que le
rinden homenaje a esa controvertida tradición. Miremos nada más este verso
recogido por el historiador William Fortich sobre el tema, en su trabajo
inédito que citamos antes
Vide un sapo garrochando/
En la puerta de un torín/
Una rana en pollerín/
Con una
manta manteando.
En
ese verso brillan con luz propia las tres características principales de la
oralidad sinuano-sabanera: la hipérbole, el absurdo y la vocación de atribuirle
comportamientos humanos a los animales, que es –a mis ojos- una herencia de la
tradición indígena. Juan Gossain[vii],
en su novela La Balada de María Abdala, también nos deja ver la importancia
que tiene el toro bravo en el imaginario lúdico sinuanos-sabaneros. En esa
novela Gossain nos muestra a través
de uno de los personajes: el hijo de un
inmigrante libanes, que muere corneado por un toro, esa relación, donde la
lúdica se cruza con el peligro y la diversión del público frecuenta la
tragedia.
De
las otras dos manifestaciones culturales que hemos resaltado no versaremos en
esta ocasión, porque no es el objeto de este estudio y porque tampoco tenemos
documentación suficiente para apoyar nuestras reflexiones. Sobre la cuestión
musical solo bástenos decir que el tema es largo y amerita para el solo no una,
sino varias crónicas o artículos como éste.
Sobre
el lugar ocupado por la décima en la cultura popular de la banda noroccidental
del Río Magdalena, el escritor y periodista Alfonso Ramon Hamburger
Fernandez nos dijo, en un
intercambio virtual que sostuvimos sobre el tema, que “la décima es muy
fuerte en la Sabana”. Según él, su presencia en la cultura del norte de Colombia sobrepasa los límites de esta
región, pues “algunas canciones clásicas
del vallenato están estructuradas en forma de décima, particularmente las del
viejo Emiliano Zuleta, como es el
caso de La Gota Fría. Pero cabe anotar que en el campo de la
creación musical los vallenatos descuidaron la décima. Al contrario de ellos,
los sabaneros la conservaron, por eso la décima se concentra hoy en día en la Sabana y no es muy típica en el
vallenato. Entre los compositores de música de acordeón de la Sabana, hay compositores como Adolfo
Pacheco que han hecho varias de sus canciones en décima. De ellas resalto
canciones como Mi Niñez y una que Pacheco
compuso a un cerdo”. Hamburger
también menciona el caso de Toño
Fernández que, según él, fue también un gran decimero. Agrega Hamburger “que hoy en San Jacinto, quien recoge
esa gracia, es Rafael Pérez García,
quien recibiera el premio Grammy Latino en 2007”. Sobre los
decimeros activos en esa región ver cuadro No 1.
Cuadro 1 : Inventario de los decimeros
de la Sabana, Bolívar y Atlántico
Decimero
|
Lugar
|
Alejandro Martelo Q. P. D.
|
San Joaquín Bolívar.
|
Rafael Pérez López Q. P. D.
|
Don Alonso Sucre.
|
Gustavo Lara
|
Malambo
|
Marcial Meza
|
Malambo
|
Justo Martinez
|
Malambo
|
José Herazo
Mosquera
|
Coloso
|
Antonio Goez
|
San Benito Abad
|
Alezander Rossi
|
Barranquilla
|
Juan David
Atencia
|
No determinado
|
Alfredo Enrique
Martelo Escobar
|
Cartagena
|
Fuente: dialogo con interesados sobre el tema en
el muro de Facebook de Alfonso Ramón Hamburger Fernández
|
La décima en el Sinú: recorrido por un universo mal conocido
En mayo de 2002, en un artículo publicado en el fascículo Sinuanidad, la filósofa Rubi Castro Puche manifestó su asombro frente al desconocimiento evidente que los medios
académicos y culturales cordobeses acusaban sobre la visión metafísica, que los
habitantes de las cuencas de los ríos Sinú y San Jorge manifestaban sobre su propio mundo. Para ella era
asombroso que el mundo universitario no supieran « casi nada sobre el ser
individual y social», así como « sobre la visión de mundo que soporta » las
interacciones de la gente de la región entre sí, ni sobre el lugar que ocupa, en
esa visión del mundo, el entorno geográfico en que viven[viii].
Las bandas de músicos, una
de las cuatro tradiciones populares representativas del antiguo Estado de Bolívar.
Imagen tomada de la página de Facebook William Fortich Días
En otro artículo publicado en la misma revista, mismo número, Benjamín
Puche consideraba –por su parte-
que los elementos que contienen la cosmovisión del « ser individual y social » del
sinuano están presentes en « la tradición oral » de la región, que pasa de
generación en generación a través de los « refranes, coplas y décimas». Al
respecto Puche sostiene: «si quisiéramos averiguar los ingredientes de nuestra
comunidad no tendríamos más que acudir a una copla», pues en las coplas, los
dichos y en el vocabulario cotidiano se encuentran presentes los elementos,
sobre los que gravita « la riquísima cultura de lo que hoy conforma el
departamento de Córdoba con miles de años de antigüedad ». En otras palabras, Puche considera que solamente hurgando
en el acervo oral regional vamos a encontrar los fundamentos de base del
imaginario vernáculo. Según él, esa tradición oral condensa un compendio de
conceptos que explican « el comportamiento social» de la gente de la región y es
a través de su decodificación como vamos a « interpretar su cosmovisión ». En
la consideración de Puche, los versos de las décimas y
coplas que cantan los campesinos de la región llevan en ellos la manera de
concebir el mundo de la población local. Para él, esos versos son portadores de
una « filosofía inédita », que viaja « por el torrente del lenguaje doméstico »
y por eso todo el mundo la entiende y saborea « sin remilgos ni presunciones»[ix].
Las opiniones de Puche sobre la cultura local sinuana nos permiten de
evocar las apreciaciones de Nietzsche sobre la importancia, que tiene el acervo poético
popular en la construcción de la identidad social colectiva. Este filósofo
decimonónico, al analizar el rol del sueño y la embriaguez en la actividad creativa del escultor,
del poeta y del maestro cantor, consideró que estos individuos son fundamentales
para la humanidad. Ello se debe a que su trabajo artístico permite la
representación de la experiencia onírica, primer escenario donde se manifiesta
el arte y la conciencia de pertenencia a un universo cultural. El escultor hace
posible que “las espléndidas figuras de los dioses” sean representadas en
estatuas. El poeta le permite al ser humano de liberarse, de manera mesurada, de
las imágenes y emociones más salvajes que la experiencia onírica le depara a
través de «las cosas serias, oscuras, tristes, tenebrosas, los obstáculos
súbitos, las bromas del azar, las esperas medrosas, en suma, toda la divina comedia
de la vida, con su Inferno».
Juan Doria Durango, decimero del Bajo Sinú. Foto: Ricardo Holea Hernández
En cuanto al maestro cantor –el
juglar, el actor cantante-, éste hace posible que fluya la esencia de lo dionisíaco, sentimiento que va ligado a la embriaguez, que es un estado del alma más aproximo a lo que somos nosotros en
la vida real. El cantor de poseía y de cantos populares libera el alma del
pueblo, despertando «aquellas emociones dionisíacas en cuya intensificación lo
subjetivo desaparece hasta llegar al completo olvido de sí ». Para Nietzsche la desinhibición que desencadena el arte del
maestro cantor en el alma popular se debe en concreto a un hecho: “todos los
hombres y pueblos originarios hablan con himnos”, que cuentan su historia y narran
los hechos de “la vida ardiente de los entusiastas dionisíacos” que los
integran[x]. Para la muestra, unos
versos de Carlos Huertas, que se convirtieron en un muy celebrado vallenato
parrandero:
Compadre Poncho dígame cuándo se va
Para esas tierras ribereñas del Sinú
Para mandarles recuerdos y gratitud
A unos amigos que yo tengo por allá.
Esto no es cumplimiento ni es deber
Le aseguro que es tan sólo cariño.
Me saluda a Rodrigo Argel
Hombre que es muy decente y buen amigo.
Y me le dice que lo quiero ver
Para que vuelva a parrandear conmigo.
A Nando Otero le voy a mandar una carta
Pero parece que le voy a causar molestias
Porque usted sabe, como yo, Poncho Zuleta
Que ese palomo no se consigue en su casa.
En las sabanas del antiguo Estado
de Bolívar y en el Sinú al Maestro
Cantor –al
juglar- lo representa el decimero. Por su parte, los himnos que recogen la
historia y el imaginario colectivo local están representados en las décimas.
Sin embargo, en la región del Sinú ese patrimonio inmaterial ha venido siendo
abandonado paulatinamente y su lugar lo han ido ocupando manifestaciones
culturales foráneas. El desapego creciente por las décimas y la desvalorización
del decimero como figura cultural cimera del folclor local está ligado a un comportamiento,
que el profesor José Palomo Zurique atribuye al desconocimiento de la cultura local – y
de la cultura universal hispana, agregaríamos nosotros-. Para Palomo, la cultura del Sinú es un producto sincrético, que
aún no se ha estudiado de manera ordenada. La falta de interés académico por la
cultura local está ligado a una percepción vergonzante sobre los valores
culturales vernáculos por parte de –sectores influyentes- de la élite local.
Debido a ese comportamiento se « ha subestimado –en el parecer de Palomo- la
importancia de la sabiduría popular, que es por excelencia oral» y que es «la
que mejor conserva en nuestra región los valores de la sinuanidad ancestral». El
profesor Palomo insinúa que ese comportamiento se debe a un modelo educativo y una
cultura académica, que se centra en reproducir viejos valores heredados de un
pasado colonial, que ha impedido el desarrollo de « una conciencia autónoma[xi] ». Sin embargo, a nivel local, dentro del mundo
académico tampoco parece haber interés por poner en claro y conservar los
valores culturales universales, como la décima, que están ligados a esa
herencia colonial.
Queremos volver aquí sobre algo que ya habíamos subrayado anteriormente y
que es ratificado en el trabajo de la investigadora Consuelo Posada[xii]: la connotación transversal que tiene la décima en
el Caribe Hispano, donde es la forma poética predominante. En el caso de Colombia, la Costa Atlántica es una de las pocas regiones del
país donde la décima se sigue cultivando con cierta pasión, aunque su “práctica
ha estado unida a los gustos de la población rural”. En esta región, sostiene Posada, “en los pueblos donde quedan
decimeros la décima se conoce como un verso de « diez palabras »”.
Consuelo Posada también evoca un aspecto que otros
autores, que también se han ocupado de estudiar esta tradición literario-musical
a lo largo y ancho del Caribe, han detectado: la existencia durante la época
colonial de un fuerte intercambio comercial entre las costas del Caribe continental y el Caribe insular. Según Maximiliano Trapero y Antonio García de León, la décima
es un testigo –documental- que da cuenta de la intensa actividad comercial
entre las costas de Venezuela, Colombia y en menor grado Panamá –en el sur- con las islas del Caribe hispano: Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo y con el Caribe Continental mexicano, particularmente con el
puerto de Veracruz. Ese triángulo comercial se
extendía hasta las Islas
Canarias, única región
de España donde el
cultivo de la décima, como lo sostiene el profesor Trapero, se ha mantenido vivo. Ese elemento
lo traemos a colación para señalar que la décima es el cordón, que une al Sinú y las Sabanas de Sucre y Bolívar con una tradición cultural que cubre un vasto
territorio, que se extiende desde el Caribe
occidental de Colombia hasta las Islas Canarias.
En relación con lo anterior – y volviendo a Nietzsche- podemos decir que así como la poesía culta es una
herramienta útil para el filoso, la décima y el romancero son herramientas de
trabajo útiles para el historiador, el antropólogo y el sociólogo. Si un soneto
le permite a un filósofo y aun psicoanalistas de comprender el imaginario
íntimo del individuo y su relación con el mundo en el que se encuentra inmerso,
la décima, el romancero de ciegos y el cancionero popular –géneros literarios
de profundo arraigo en la tradición oral- le ofrecen a historiadores,
antropólogos, y sociólogos la posibilidad de comprender –en profundidad- el
imaginario colectivo y la realidad social en la que se debate el autor y el
individuo que los canta.
Para confirmar lo anterior válganos citar de nuevo al profesor Trapero, quien sostiene: “es en la tradición oral en donde la décima se convierte en el tercer género literario de la poesía popular”. La oralidad ha hecho de ella un «género integral» y «múltiple en sus diversas manifestaciones». La versatilidad que posé la décima para recorrer “temáticamente el universo entero de la vida” del ser humano, “tanto en la esfera individual como colectiva”, “sirve para expresar un sentimiento personal e íntimo como para narrar cualquier acontecimiento que haya conmovido el interés general” [xiii]. Para la muestra tres ejemplos extraídos del cancionero vallenato, en los que se insinúa la estructura de la décima. El primero es la canción Costumbres perdidas, de Dagoberto López.
Las costumbres de mi pueblo se han perdido
Ya no braman los terneros en los corrales
No se quieren como antes los compadres
Ni respetan los ahijados a los padrinos
Ya no se sabe ahy ya no se sabe,
Ya no se sabe cuál es el padre o el hijo
Se acabaron esas noches de vigilia
Ya no salen aparatos en los caminos
Ya no existen los amores escondidos
Ni se roban los besitos en las esquinas
Mejor yo sigo, ahy Mejor yo sigo
Mejor yo sigo con mis costumbres perdidas
Ya no brillan como antes los luceros
Ya no aúllan los perros en la madrugada
No se bañan los niños en los aguaceros
Ni le cantan bonito a la enamorada
Mejor me quedo ahy mejor me quedo
Mejor me quedo con mis costumbres pasadas
Se acabaron esas bellas alboradas
Ya no existen las noches de luna llena
Las campanas de mi pueblo ya no suenan
Anunciando que llegó la madrugada
Ya ni siquiera ahy ya ni siquiera ya ni siquiera
Pelean los hombres en mi pueblo a
las trompadas
Sin ser estrictamente una décima, la canción Costumbres Perdidas es un documento que le permitiría a un sociólogo o a un antropólogo
documentar los cambios profundos, que ha registrado, en materia de hábitos
sociales y culturales, la Costa Norte colombiana a partir de la década
de 1960. El segundo ejemplo es la canción El viejo Miguel, de Adolfo Pacheco
Buscando consuelo, buscando paz y tranquilidad
El viejo miguel del pueblo se fue muy decepcionado
Yo me desespero y me da dolor por que la ciudad
Tiene su destino y tiene su mal para el provinciano
Le queda el recuerdo indeleble de una amistad
Que deja en la tierra querida de sus paisanos
En esta canción, el autor deja testimonio de uno de los fenómenos sociodemográficos más sobresaliente de la segunda mitad del siglo XX en Colombia: la urbanización acelerada de la población. Igualmente un aspecto socio-antropológico sale a relucir en su contenido: la desconfianza que poseía frente a la ciudad la población rural en aquellos tiempos. La canción nos da a entender que la urbe es un lugar poco recomendable para los “provincianos”, ya que su ambiente social malsano es nocivo para la gente de origen rural. Finalmente el último ejemplo es la canción El Testamento, de Rafael Escalona
Oye morenita te vas a quedar muy sola
Porque anoche dijo el radio
Que abrieron el Liceo
Como es estudiante
Ya se va Escalona
Pero de recuerdo te dejó un paseo
Que te habla de aquel inmenso amor
Que llevo dentro del corazón
Y dice todo lo que yo siento
Que es
pura pasión y sentimiento
Cantando con el lenguaje grato
Que tiene la tierra ´e Pedro Castro
Adiós morenita me voy por la madrugada
No quiero
que me llores
Porque me da dolor
Paso por valencia
Cojo la sabana
Caracolicito y llegó a Fundación
Y entonces..."me tengo que meter
En un diablo al que le llaman tren
Ay, que
sale por to’á la zona pasa
Y de tarde se mete a Santa Marta
Si las dos primeras construcciones literarias nos hablan de los cambios
que sufrió la Costa Atlántica colombiana en la última mitad
del siglo XX, la tercera nos permite de percibir, con precisión, las
condiciones materiales y culturales de la sociedad costeña antes de la década
de 1950. La ausencia de colegios de secundaria en las ciudades de tercer nivel
como Valledupar, la ausencia de vías de comunicación eficientes, pues es casi
seguro que el autor de la canción debió hacer el trayecto entre Valledupar y Fundación a caballo, y la condición de
lujo que tenía la educación para la gente que vivía en la periferia. La
atmosfera que describe la canción nos permitiría de deducir que en la época,
sólo los hijos de las clases acomodadas podían abandonar su lugar de origen,
para trasladarse a estudiar a las principales ciudad del país.
En tal sentido, si filosofía y poseía culta, como lo resalta el poeta y
filósofo "+"Alejandro
Félix Raimundo, van de la mano, décimas, coplas, cancioneros y
romanceros riman con historia, sociología y antropología. Mientras que la
filosofía y la poesía culta aspiran a explicar lo absoluto, los géneros literarios
populares tienen la pretensión de narrar la vida cotidiana de la gente,
informando sobre los hechos que la animan, debatiendo sobre las medidas y los
fenómenos incomodos que la afectan, mofándose de lo que no pueden cambiar o de
lo que detestan, y dejando testimonio de la manera como en la calle, el
vulgo reacciona
frente a la dialéctica del diario vivir. Por esta razón a la décima, el
romancero y el cancionero, como lo sostiene el profesor Trapero, se les puede considerar dentro
de un « género de poesía (y de literatura)», al que « se le puede llamar, con razón,
«poesía memorial»”[i].
El declive de la vitalidad de la décima cantada en el Sinú y la Sabana es un aspecto
que también ha sido advertido por la investigadora Consuelo Posada. Apoyada en el libro Diez juglares en su patio de Jorge García Usta, Posada insinúa la “pérdida” total “de la tradición decimera” en la
región. Posada, citando
a García Usta, resalta
que el último gran decimero de la región fue Cico Barón, que vivió durante los primeros años
del siglo XX. Baron, “acompañado del fervor campesino, iba por los caminos recientes, de
fiesta en fiesta, cantando y creando décimas y, en ocasiones, sosteniendo
prolongados combates en poesía [ con
otros decimeros], que se extendían un día y una noche ante el
deslumbramiento” de un público, compuesto por peones de haciendas ganaderas, lavanderas
de ropa ajena, prostitutas trashumantes y hacendados generosos, que sacaban de sus
bolsillos “mazos de billetes para ofrecer a los trovadores triunfales”.
La tesis de Posada es incontrovertible en un punto: la “desaparición de la décima como
institución, como fenómeno colectivo”. Esto ha sucedido debido al auge de los
medios de información masivos, la urbanización de la población y la aparición
de una fornida industria del entretenimiento: el universal negocio del Show-Business. Los medios que esta industria usa para difundir la
música, el cine y la televisión, le han arrebatado a la palabra en vivo el
sitial de honor que tenía otrora. Con la pérdida del valor de la palabra en
vivo, el cantador de decimas pierde su encanto como hombre espectáculo.
Sobre el impacto que ha tenido el auge de la industria del espectáculo en
el discurrir de la décima en el Caribe Colombiano y sobre la manera como ésta
ha inducido a la desvalorización del rol del decimero como personaje lúdico, Ricardo
Holea Hernández; un
folclorista cordobés, que conoce el universo de la décima es ese departamento
por todas sus costuras, nos dijo: “ es
muy cierto, los adelantos tecnológicos relegaron –a un segundo lugar- al
decimero en parrandas y fiestas, donde este era un elemento importante, casi
que imprescindible”. Sin embargo nos parece que Consuelo
Posada exagera –un tanto- al sostener
que la tradición decimera costeña desapareció por completo, porque “esas
piquerías interminables en la zona del viejo Bolívar y de toda la sabana
costeña, que se continuaron cantando con los diez versos originales de la
décima clásica, ya no existen”.
Los elementos que nos llevan a distanciarnos de la tesis de Posada surgieron dentro del marco de un
intercambio virtual fluido, que hemos venido sosteniendo con actores
culturales ligados a esta manifestación cultural en el Sinú y las Sabanas de Sucre.
Este intercambio nos ha permitido de identificar un número considerable de decimeros
activos, que continúan cultivando de manera entusiasta este arte singular, que
mezcla la literatura, la música y las artes escénicas (Ver cuadro No2).
Cuadro 2 : Decimeros Importante En El Panorama De La Décima Cordobesa En
Los Últimos 50 Años
Decimero
|
Lugar De Origen
|
Genero
|
Efraín
Cantero Q. P. D.
|
Sabana Nueva
|
Interprete
|
Blas
Segura López Q. P. D.
|
Sabana Nueva
|
Repentista
|
El
Poeta Berrio Q. P. D.
|
Montería
|
Repentista
|
Ricardo
Pérez Vidal Q. P. D.
|
Sabana Nueva
|
Repentista
|
José
Antonio Pérez
|
Sabana Nueva
|
Repentista
|
Cristóbal
José Petro
|
Sabana Nueva
|
Interprete
|
Víctor
Zamora
|
Planetarica
|
Interprete
|
Juan
Doria Durango
|
San Pelayo
|
Interprete
|
Andrés
López
|
Las Flores
|
Interprete
|
Edilberto
Pestana
|
Sabana Nueva
|
Interprete
|
Norberto
Pérez
|
Saba Nueva
|
Interprete
|
José
Antonio Petro
|
Sabana Nueva
|
Interprete
|
Ricardo
Madera Escobar
|
El Carito
|
Interprete
|
Adolfo
Madera Escobar
|
El Carito
|
Interprete
|
Lázaro
Cantero
|
Sabana Nueva
|
Interprete
|
Roberto
Yances
|
San Bernardo Del Viento
|
Escritor e investigador
|
Jaime
Doria
|
Sabana Nueva
|
Escritor
|
Luis
Ramírez
|
Montería
|
Escritor
|
Erasmo
Berrio
|
Montería
|
Escritor
|
José De
Los Santos Páez
|
Buenavista
|
Escritor
|
Mery
Suescun Mendoza
|
Montería
|
Escritora
|
Pedro
Nel Rodríguez
|
Callejas
|
Escritor
|
Carlos
Díaz Barón
|
San Pelayo
|
Repentista
|
Eliecer
Rada Serpa
|
Montería
|
Repentista
|
Wascar
Cantero
|
Sabana Nueva
|
Repentista
|
Filiberto
Hernández
|
Sahagún
|
Repentista
|
Julio
Miguel Cantero
|
Carrillo
|
Repentista
|
Fuente: Ricardo Olea Hernández
|
El inventario que hemos levantado a través de este dialogo con actores
culturales sinuanos y sabaneros nos permite de considerar que –si bien es
cierto que la décima no ocupa hoy en día un lugar privilegiado dentro de la
vida cultural del Sinú y la Sabana-, el lugar que sigue ocupando dentro del patrimonio cultural inmaterial
de la región es indiscutible. La existencia de aproximadamente media decena de
festivales que la acogen como invitada especial o que la celebran y le rinden
culto –además del número de cultores que consagran su tiempo a cultivarla- nos
da a entender que la décima en el Sinú y la Sabana tiene su propio espacio en
la escena cultural. La presencia de la décima –y el decimero- en el paisaje
cultural de la región mantiene cierto vigor, a pesar de que –según lo resaltado por Ricardo Olea Hernandez- los gobernantes locales se han interesado poco por
diseñar políticas que permitan reconocer las contribuciones de sus cultores en
el desarrollo de la sociedad, lo cual sería útil para “fortalecer y mantener
viva una expresión a la cual le han dado pocas oportunidades para sobrevivir”.
Frente a la problemática diagnosticada por la investigadora Consuelo Posada y ante la falta de interés por
las manifestaciones culturales vernáculas, de las que hablan el folclorista Ricardo
Olea Hernández y los
profesores Rubby Castro y Jose Palomo una pregunta surge: ¿por qué siendo la décima una manifestación
cultural universal en el mundo hispano, valorada en otros países donde se ha
articulado a la música y es estudiada rigurosamente por los liguistas, ésta
manifestación cultural y sus cultores han merecido en Córdoba tan poca atención
por los medios constructores, difusores y masificadores de cultura, no obstante
ser uno de los pilares de la cultura local?
En lo que concierne al trato marginal, que creemos que está recibiendo la
décima en los medios constructores,
difusores y masificadores de cultura (universidades, colegios y medios de
información), hay que preguntarse: ¿Cómo se podría superar esa apatía frente a una
de las manifestaciones más esplendidas y refinadas de la cultura local? De esas
preguntas esperamos ocuparnos en otro artículo, en el que contaremos la historia de vida de otro decimero
cordobés.
En cuanto a Marceleano Mejía Carmona, de las seis personas – entre 15 consultadas- que contestaron
nuestro cuestionario, el único que nos dio una apreciación precisa sobre este
decimero fue el folclorista Ricardo Olea Hernández. Según Olea, de entre los tres géneros de decimeros que existen, Marceliano Mejía es un decimero intérprete: es decir un decimero que
“canta décimas de otros decimeros y que se caracteriza por la musicalidad, la
modulación, la teatralidad, el timbre de voz y su capacidad de memorización”. Olea asevera que Mejía “es el juglar vivo, que lleva más años cultivando el arte de la décima
en el país”, pues Mejía es “quizás el decimero más viejo de todos los que hoy
existen no solo en Córdoba sino en Colombia”.
Sobre
las cualidades artísticas de Mejía Olea
afirma de manera enfática: “Según mi parecer de los decimeros que interpretan
obras de otros decimeros, Marceliano Mejía Carmona está entre los mejores ya
que también es interprete del grito de monte y del canto de vaquería,
cualidades que comparte con el también decimero interprete Juan Doria Durango. Marceliano
Mejía es uno de esos intérpretes, que a lo largo de su vida ha sido un hombre
muy espontáneo. Sin importar cuales sean las condiciones que se den para subir
a una tarima a dar a conocer las obras que interpreta, con especial calidad, él
siempre sube. Es un amigo muy especial, que se ha paseado por muchos eventos
dentro y fuera del departamento, divulgando con su estilo único las obras con
las cuales se identifica. Tiene un olfato único para identificar plenamente una
obra de calidad, porque, eso sí, él sabe cuándo una décima es buena. Él siempre
sabe que décima puede tener buena aceptación en el público y esas son las que
da a conocer con la gracia de su voz y el tinte personal que caracteriza sus
interpretaciones”.
Merceliano Mejía: una vida dedicada al uso de
la palabra
Marceleano Mejía delante su casa del bario El Dorado de Montería. Foto: Carmen Humanez Blanquicett
Mi nombre es Marceleano
Mejía Carmona. Nací
el 14 de mayo de 1919 en la vereda La Estaca del municipio de San Andrés de Sotavento. Mis padres fueron Pedro Mejía Montalvo y Manuela Carmona.
Mi padre se dedicaba a la agricultura y mi madre se dedicaba a lavar ropa
ajena, a pilar maíz y a hacer bollos por encargo. Ella era buena bollera por
eso la buscaban siempre para preparar ese tipo de alimento. Mis padres eran muy
pobres pero trabajadores. En el año 1930, cuando yo tenía 11 años, mi padre se
fue a Barranca Bermeja
con la ilusión de engancharse en La Troco:
la petrolera gringa, que había cambiado, en un abrir y cerrar de ojos, la vida
de ese caserío santandereano, perdido en la selva del Magdalena Medio. Desafortunadamente mi
padre no encontró en ese viaje lo que fue a buscar: la fortuna, sino la muerte.
De regreso a casa, el carro en que viajaba se volcó. Mi padre se mató en ese
accidente y me dejo solo en este mundo. Fue mi abuelo paterno quien me dio la
noticia de que mi papá había muerto. Como no había medios de traerlo a la casa,
lo enterraron en Buenavista,
un pueblo que queda antes de llegar a Magangue. Por causa de ese accidente yo quedé huérfano de padre siendo muy niño. Ante
la falta de padre, fue mi madre la que me crío. Como no teníamos dinero, nunca
fuimos a visitar su tumba. Mi abuelo, que hubiese sido el que hubiese podido
organizar el viaje para irlo a ver, nunca fue a verlo. Mi mamá tuvo otros tres
hijos antes de irse a vivir con mi papá y de tenerme a mí. Uno de mis hermanos
se llama Ricardo
Martínez. Como no tenía padre, tuve que comenzar a
ganarme la vida muy temprano. Fue así como llegué a vivir al pueblo de San Andrés, cuando tenía apenas 15 años. De
allí me fui un tiempo después y me terminé de crear en Sincelejo. Como mi abuelo tenía una
estancia, yo aprendí desde los 12 años a sacar panela y fue haciendo panela
como me levanté yo.
San Andrés es una región donde la mayoría de la población es indígena, por eso mi
madre tenía algo de indio por parte de su mamá. En lo que toca a la familia de
mi padre, estos eran blancos, porque mi abuelo era hijo de unos cachacos, que
habían venido de Antioquia.
De niño yo fui a la escuela,
pero solo hice hasta el quinto año elemental. En esa época no había colegios
públicos en los pueblos, por eso estudiar era un lujo que se daban pocos. Las familias que tenían modos iban a buscar
un profesor a otra ciudad y prestaban una de las piezas de la casa o una casa
entera. Allí se abría el colegio. A veces era el profesor quien venía, buscaba
a una de las familias que tenían más modos, prestaba la casa y salía a recoger
20 o 30 niños, que le pagaban una mensualidad por aprender a leer, a escribir y
a contar. Uno aprendía en general las tres operaciones. En ese tiempo mi mama
pagaba 50 centavos al mes por mis estudios. Yo era un estudiante muy
inteligente. A mí me ponían una lección y era en ya que me la aprendía. Cuando
llevaba dos o tres meses en la escuela, yo le daba clase a otros alumnos. Con
lo poco mucho que aprendí me he bandeado bien en la vida. ¿Qué tal que yo
hubiera tenido más estudio? Solo alcancé a aprender apenas una cuantas
letricas, que aprendí en un libro que se llamaba Pasilla, que era la cartilla popular en ese tiempo. Lo mío, mi inteligencia, es
natural. Por eso el resto de lo que aprendí, lo aprendí por mí mismo.
Lo de cantar y hacer la
décima fue algo que me nació de repente. Lo escuché un día y me gustó y fue así
como me metí a cantar decima. Antes de la décima yo estaba con los conjuntos de
música de la época. En ese tiempo era solo caja, bombo y acordeón. No había la
guacharaca. Eso se lo pusieron fue después. En mis comienzos, en los conjuntos
yo cantaba: era el vocalista. Cuando comencé, como era bueno haciendo versos,
me buscaban para cantar, componer canciones y echar piropos. Como después
venían apareciendo contadores, que eran cantadores grandes, me quede de
decimero. Cuando vino la guacharaca, yo cogí la guacharaca. Actué algunas veces
con "+"Calixto Ochoa, conocí toda esa gente que andaba con él en la música allá en Sincelejo, fui amigo de "+"Lisandro Mesa de Julio de la
Hoza, de "+"Alfredo Gutiérrez. Alejandro Duran
fue casi un maestro mío. Donde estaba Alejandro estaba también yo. Así que me
quedó mucho de Alejandro
Duran. Durante mucho tiempo, esa fue mi vida y no me fue
mal con la décima, no señor.
Cuando yo era niño y me
llevaban a las fiestas de los pueblos y había un decimero, yo me paraba a oírlo
porque me encantaba la manera como cantaban los decimeros. Eso me gustaba tanto
que yo me ponía a repetir para mí mismo sus cantos. Yo nunca tuve contacto con
los decimeros que veía en ese tiempo. Lo que pasaba era que en ese tiempo uno
no le podía preguntar a los viejos nada, porque uno les tenía miedo y yo, como
era un pela’o, nunca le pregunté a los grandes quienes eran esos decimeros. Por
donde yo andaba había un señor que llamaba Domingo Márquez,
que además de rezandero, era decimero. Un día
yo le dije bueno maestro y usted porque no me enseña una de esas
décimas, porque yo quiero ser un decimero. Y él me dijo: “vengase pa’aca que yo
le doy una décima a ver qué pasa”. Y fue así: él que me da la décima y eso fue
ya que yo me la aprendí. Esa décima es una reliquia que tengo yo grabada en el
CD que nos grabaron a varios decimeros hace poco. Por esa primera décima que yo
aprendí, en Lorica me dieron una vez 200 000 pesos. Me estaban
entrevistando y me preguntaron que si yo tenía esa décima en la mente y yo le
dije al periodista: “claro que si la tengo en la mente”. El tipo me dijo:
¡cántela! Era la una de la mañana y me puse a cantarla delante de la gente. Unos
tipos de plata recogieron entre ellos y me dieron 200.000 pesos. Esa décima ha
sido una de las que me ha llevado a ocupar un lugar entre los grandes de la
décima.
De las décimas que canto,
muchas son de mi autoría y otras son buenas décimas, que han compuesto mis
compañeros, de los que muchos ya son fallecidos. A mí siempre me ha gustado
cantar las decimas de grandes compositores. Entre ellos estaba uno llamado Rafael Pérez López. Un día él me dijo: “el día que yo me muera no dejes de cantar lo mío,
para que no se pierda. Si algún día grabas, no te olvides de grabar una de mis
décimas”. El problema es que no he podido gravar. Tengo dos décimas de él y
otras 10 décimas que quiero gravar, pero eso no ha sido posible. Entre esas
décimas que quiero grabar está la décima El indio americano, que él compuso cuando los extranjeros vinieron y masacraron a los
indios. Ese tipo era mi amigo: ¡todo un cerebro oyó! Una vez le gané en un festival
y se puso bravo conmigo. Él se peleó conmigo, pero era un maestro.
Todas las décimas que canto
están en mi memoria. Me gustan más las décimas románticas, pero canto de todo
lo que me pidan y todas están en la cabeza. Yo tengo una agenda con unas 250
décimas escritas. En la familia tengo un nieto que canta y ya tiene trofeos que
ha ganado. Tengo 6 nietos que cantan en las escuelas donde estudian. Hoy tengo
93 años y a mi edad todavía yo puedo componer. También puedo cantar, porque
tengo una voz privilegiada, que se conserva a pesar de los años que tengo.
Mucha gente me felicita por la claridad mental que aun mantengo. Y gracias a Dios
todavía me siento bien.
Cuando se habla de décima
usted tiene que tener en cuenta que hay tres clases de décimas: la décima de
argumento, la décima romántica y la décima de ocurrencia, que es para reírse.
Esas tres son las que van a las plazas a competir. Pero la décima de estribillo,
la décima de redondillo es la que vale, porque la décima que se cante de 10 o
de 40 palabras no entra en ninguna parte. La décima que tenga 44 palabras y que
tenga estribillos; es decir la que
llamamos una décima glosada, esa es la décima que tiene en cuenta el jurado. Yo
tengo unas 3 o 4 décimas sueltas. Las demás son decimas completas, que se
clasifican entre románticas y de ocurrencia. La composición de la décima
también tiene su técnica. Por ponerle un ejemplo dos decimeros están
compitiendo en improvisación y el jurado los invita a cantar supongamos sobre
el tema “Para Colombia me voy A comer arepa”. Cuando el primero dice:
M e voy para Colombia/
Tengo en la mano el tiquete de avión/
Estoy empacando la maleta/
Me voy para Medellín/
Estoy que me estallo de la emoción
Que todo el mundo lo sepa/
Pues para Colombia me voy/
A tomar ron y a comer arepa.
El otro debe hacer su verso
y terminarlo con la frase “Para Colombia me voy a comer arepa”. A ese tipo de
décima se llama pie forzado. El pie forzado es una modalidad corriente de la décima. Como le dije, el
pie forzado es el último verso de la composición. Es ese último verso
el que en realidad da pie forzado a toda la décima, porque los decimeros que
compiten deben improvisar toda la décima en función de que desemboque, de
manera vistosa, en ese último verso.
En una discusión con un
jurado, yo una vez le dije: “entre los jurados de una competición deben haber
muchos decimeros, porque un jurado debe saber cómo se canta verdaderamente la décima,
porque a la hora de dar un veredicto hay que dárselo a quien se lo merece”. Le
doy un ejemplo de cómo debe cantarse una décima:
Cuando el hombre llega a viejo/
Cuando el hombre llega a viejo/
Sufre ratos de amargura/
Se le tuerce su figura/
Y se le arruga el pellejo.
Marceliano Mejía Carmona: Video tomado de YouTube
Es el manejo de la técnica del canto de la décima, el que me ha permitido de ganarme casi todos los festivales de decimeros de la costa. Hubo un tiempo que le ganaba a todos y no tenía rival. La décima que acabo de cantarle no la he gravado pero si Dios quiere la voy a gravar este año. Después de la décima romántica, me gusta la décima de ocurrencia. En cuanto a la décima de argumento, esa es una décima muy grande, que no es para todo el mundo. Esa décima, cuando yo me levanté, no había muchos decimeros que la manejaran. En esa décima hay lo que se llamaba décima de argumento mayor, en la que el decimero tiene que manejar dos personajes: uno que pregunta cantando y otro que le responde también cantando. Esa decima es muy exigente y requiere de estudio y en aquel tiempo no había muchos hombres letrados. Yo conozco un decimero del Bajo Sinú, que les da décimas a otros cantadores. El no conoce una letra, pero compone ese tipo de décima, lo que es rarísimo. Él se llama Alirio. Hace ya como unos tres años que no lo veo. Voy a averiguar por él. Ese hombre es tan serio en su arte, que no toma trago.
Entre los decimeros que he conocido, hubo uno que fue muy amigo mío: se llamó el Poeta Berrio. Él y yo tuvimos un programa en la radio por tres años. Entre los grandes decimeros que hubo en el pasado estuvo el Indio Charrasquiel y Rafael Pérez López, de quien ya te hable. Él fue uno de los grandes decimeros de Córdoba y representó a Colombia en el exterior. Otros decimeros famosos que hubo fue Chucho Quintero, un abogado llamado Alejandro Martelo Escobar, que murió en Cartagena cantando en una tarima. En Sucre estaba el Indio Romero, del que tengo una décima en el CD, que grabé. Él fue muy buen decimero: fue mi maestro. Ya murió también. A él fui a buscarlo después de 50 años de no verlo, porque me dijeron que todavía estaba vivo. El día que lo encontré, lo primero que le pregunté fue: “¿y todavía canta?” Y me dijo: “no ya no canto”. A mí me habían dicho que él no había vuelto a cantar porque se había vuelto evangélico. Después, lo saludé y le pregunte: ¿se acuerda de mi maestro”. Y él me dice: “No. ¿Con quién hablo?”. Cuando me di cuenta que en verdad no se acuerda de mí, le dije: “Cuando yo era joven nosotros andamos mucho tiempo juntos, ¿Usted no se acuerda?” El hombre no alcanzo a recordarse. Me da un poco de lástima, porque fue uno de los grandes cantadores de Sucre y hoy está olvidado.
Entre los del presente recuerdo
–en este momento- los nombres de "+"Dionisio Rodríguez y Pedro Nel Rodriguez.
Éste último compone mucho y lo hace bastante bien. En Barranquilla está Gabriel Segura,
que perdió conmigo en un festival de Caucasia, y
Yamid Sandoval. En esa tierra hay muchos decimeros, que cantan muy bien la décima pero
no son famosos. Hasta ahora yo he sido uno de los que más he represento a Córdoba
a lo largo y ancho de la costa. Tengo aquí en mi casa muchos de los trofeos de
los festivales que he ganado en todos lados. He participado en los festivales
de San Jacinto, de
San Juan de Nepomuceno, de San Onofre, de Sincelejo, de Lorica, de
San Andres de Sotavento, de San Bernardo del Viento, de Arboletes, de Puerto Libertador, de Monte Líbano, de
Buenavista, de Caucasia y de Pelayo,
en el Festival del porro.
También he participado en los festivales de Sabana Nueva, en el festival de El Carito, que es un festival de tradición oral, en el Festival del Bullerengue, en Puerto Escondido, en
Buenavista, en el festival del Mapalé, y en el Festival de la Cumbiamba de Cerete.
Uno de los mejores festivales de décima que conozco es el de Sabana Nueva. Son dos días, en lo que se oye solo
décima. Había otro muy bueno en el Atlántico, en Campo de la Cruz,
pero ese festival cayo. Ya no lo hacen. En los demás festivales se mete la
décima, pero no son propiamente festivales de décima.
Pedro Nel Rodríguez, decimero del Alto Sinú. Foto: Ricardo Holea Hernández
Se dice que la décima no es
colombiana, pero vino y se quedó aquí en Colombia. Se dice también que la décima que aquí se canta, es una de las mejor
cantadas en todo el mundo hispano, porque no necesita de instrumentos ni nada.
La décima la inventó Vicente
Espinel y por eso se le llama Décima Espinela. Es necesario que te precise que entre la décima, la
trova y la colpa hay muchas diferencias. Las trovas son coplas de 4 palabras en
las que tú me dices y yo te digo. La trova y la copla son casi lo mismo, lo que
pasa es que cada una tiene su tono. En cambio la décima tiene diez palabras. La
piquería es una competencia en verso entre dos tipos: eso puede hacerse en
copla, en trova o en décima.
A pesar de que la décima no
es colombiana se le ha dado un auge grande aquí. De Colombia, es Córdoba la
región de donde salen los mejores decimeros. En Córdoba, Sucre y
Bolívar, la región que comprende Lorica, Momil, Puricima, Sinscelejo y San Jacinto, es tierra de músicos y decimeros. En esta tierra los niños y hasta las
mujeres cantan décima. Según la historia de los abuelos, la décima que inventó en
España
Vicente Espinel, la trajeron aquí los
conquistadores. Nuestros antepasados la aprendieron al mejor estilo español.
Ese estilo se ha conservado y se transmite cuidadosamente a las nuevas
generaciones. Yo tengo un semillero de 10 muchachos que cantan décima. Entre
ellas tengo 4 niñas. Una de ellas ya está casada. En ese grupo tengo una nieta,
que salió buena para componer la décima y le gusta cantar sobre todo la décima
de ocurrencia. Ella ha ido a Bogotá con la décima.
Gracias al entusiasmo que
han mostrado siempre los muchachos por la décima, ésta es hoy uno de los
grandes patrimonios culturales del Sinú y
del Bolívar grande,
porque cuando yo nací todo esto era Bolívar.
En la discusión que yo te dije que tuve con el jurado, yo le decía a él que la
décima del Sinú
es la mejor décima cantada que existe en la costa. En el pasado eso era un coro
que se hacía: a eso se le llamaba cantata, pero eso se perdió. Hoy nadie canta
como antes. El patrimonio folclórico de Córdoba se ha venido perdiendo. Por ejemplo hoy nadie toca pito como lo tocaba Marcelino Vertel. Ese fue un grande de la cultura regional, al que nunca le dieron nada.
Hubo un conjunto de músicos tradicionales, que lo llamaban El conjunto de los hermanos Izquierdo.
Ellos tocaban un tamborcito y un arco sonoro con una cuerda, que se lo
inventaron los indios cuando no había nada. Ellos salieron del país, estuvieron
en Cuba.
Pero aquí nunca nadie valoró su arte. Por eso se perdió esa tradición. De eso no
quedó nada. Recuerdo ahora mismo a una compañera artista, que murió hace un
año: ella era la única cantadora de canto de vaquería. Se llamaba María de los Santos Solipá. Con ella trabajamos 25 años juntos por la cultura tradicional
cordobesa. Fuimos a Bogotá, estuvimos
en Medellín, viajamos
a Barranquilla.
En Bogotá
tuvimos entrada en una feria famosa que allí se hace. Ella obtuvo muchos
premios y le dieron siempre sus cositas, pero nunca la valoraron como se debió.
Otros artistas locales importantes, de los que hoy nadie se acuerda fueron Lucy González con su familia, al igual que artistas como Ramiro Guerra.
Algunos festivales locales
se están preocupando por abrirle espacio a las nuevas generaciones, como el
festival de acordeoneros y compositores que hay en Chinú. Allí se han presentado muchos
muchachos y niñas que cantan la décima. Me han dicho que en Buenavista hay un profesor que tiene unos
niños, que también cantan la décima y la componen. Pero definitivamente, es en
el Bajo Sinú, particularmente
en Sabana Nueva,
donde se encuentra el mayor grupo de niños y niñas que cantan décima. Yo, aunque
no soy uno de los grandes, si estoy seguro que le he dado mucho realce a Córdoba, donde quiera que he estado representándolo con mi arte.
Conclusión
Cuando se revisa de manera detallada la historia de la cultura popular
del Caribe hispano,
la décima emerge –a lo largo y ancho de esta región- como una de las
manifestaciones culturales más arraigadas en el medio popular, particularmente
en la sociedad rural. En el Caribe hispano, a través de la historia, la
décima se ha cruzado con otras manifestaciones culturales: particularmente con
la música. La mescla de décima y música en muchos países de esta región: sobre
todo Cuba, Puerto Rico y Venezuela,
ha hecho de la décima uno de los elementos claves en el desarrollo de las
músicas nacionales. En el noroccidente del Caribe colombiano: Atlántico, Bolívar, Sucre y Córdoba, la décima hace parte, de manera
evidente, del acervo de tradiciones culturales locales. En esa región, tanto en
el pasado como en el presente, el principal público interesado en esta
manifestación cultural sigue siendo la población de origen rural y los
habitantes de las pequeñas ciudades. En lo que concierne a sus cultores, éstos
provienen de diversos horizontes, pues así como encontramos entre ellos
campesinos semi-letrados, también encontramos personas educadas.
Wascar Cantero, decimero del Bajo Sinú. Foto: Ricardo Holea Hernández
El
universo de la décima en la región estudiada está caracterizado por la masculinidad,
pues la mayoría de sus cultores son hombres. En esta región se cultivan tres
tipos de décima: la décima de ocurrencia, la décima romántica y la décima de
argumento. Los decimeros cordobeses se clasifican en tres grupos: 1) el decimero
interprete, decimeros que cantan e interpretan décimas de otros decimeros; 2)
el decimero escritor, que solo se dedica a escribir décimas o bien para
publicarla o bien para entregarlas a otros decimeros para que éstos las interpreten
y; 3) el decimero repentista, decimero que escribe, canta e improvisa décimas.
En cuanto a Marceleano
Mejía Carmona, válganos decir que las
diferentes fuentes consultadas a nivel local, nos permiten de considerar que
este decimero es una de las figuras más importante de la décima en el Caribe colombiano, en la segunda mitad del siglo XX.
Investigación y redacción: Enoïn Humanez Blaquicett, Montreal, 28 de diciembre de 2012, derechos reservados de autor.
Investigación y redacción: Enoïn Humanez Blaquicett, Montreal, 28 de diciembre de 2012, derechos reservados de autor.
[i] Maximiliano
Trapero, «Introducción a La décima: su historia, su geografía, sus
manifestaciones », Publicado en La décima:
Su historia, su geografía, sus manifestaciones, bajo la dirección de
Maximiano Trapero, Santa Cruz de Tenerife: Cámara Municipal de Évora / Centro
de la Cultura Popular Canaria, 2001, p 9-14, consultado el 16 de noviembre de
2012 en http://www.webs.ulpgc.es/canatlantico/pdf/8/8/decima_historia.pdf
[ii] William Fortich
Díaz, «La décima crece como poesía viva
a orillas del Sinú »; estudio inédito de 35 páginas facilitado por el autor.
[iii] Maximiliano
Trapero, « La décima popular en la tradición hispánica », Publicado
en La décima: Su historia, su geografía, sus manifestaciones (coord. Maximiano
Trapero). Santa Cruz de Tenerife: Cámara Municipal de Évora / Centro de la
Cultura Popular Canaria, 2001, 61-100, consultado el 17 de noviembre de 2012 en
http://www.webs.ulpgc.es/canatlantico/pdf/8/8/popular_tradicion_hispa.pdf
[iv] Luis Manuel Alvarez, « La décima en Puerto Rico como símbolo de identidad nacional», Conferencia
ilustrada presentada en Valledupar en el Foro Internacional sobre la Décima celebrado del 27 al 28 abril del año 2001,
consultado el 19 de noviembre en http://home.coqui.net/alvarezl/la_decima/decima.html
[v] Juan Francisco
Sans, “Inocente Carreño: un tropator del
siglo XXI”, documento sin fecha, sin lugar de edición y sin editor, 20 p.
consultado el 16 de noviembre en http://www.musicaenclave.com/articlespdf/inocentecarreno.pdf
[vi]Maximiano Trapero, « La décima popular en
Canarias: sus modalidades de usos, su historia y su actualidad», publicado en Lenguajes de la tradición popular (Fiesta,
canto, música y representación), bajo la dirección de . Ivette Jiménez de
Báez, México: El Colegio de México, 2002, p. 351-371, consultado el 16 de
noviembre de 2012 en
http://www.webs.ulpgc.es/canatlantico/pdf/8/8/popular_Canarias.pdf
[viii] Rubby Castro
Puche de Caicedo, «La sinuanidad : reflexión filosófica para la
construcción de una identidad cultural a partir de lo local», Sinuanidad: la reflexión cultural, año 1
No 1, p. 14-23.
[ix] Benjamín Puche,
«Refranes, coplas y décimas en la tradición oral», Sinuanidad: la reflexión cultural, año 1 No 1, p.
40-44.
[x] Friedrich
Nietzche, El nacimiento de la tragedia:
ensayo de autocrítica, p. 5, 6, 7, material consultado en: http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca_digital/libros/N/Nietzsche%20-%20Nacimiento%20de%20la%20tragedia,%20El.pdf
[xi] José Palomo
Zurique, “Del ser sinuano y la sinuanidad», Sinuanidad:
la reflexión cultural, año 1 No 1, p. 35-39
[xii] Consuelo Posada,
«La décima cantada en el Caribe y la fuerza de los procesos de identidad»,
Revista de Literatura Populares III-2 (2003): 141-154, consultado en el 25 de
septiembre en http://www.rlp.culturaspopulares.org/textos/6/08-Posada.pdf
[xiii] Maximiano Trapero,
«La décima popular en la tradición hispánica», 2001, Op. Cit. sin paginación interna.
[xiv] Ibidem.
Excelente comentario aumenta el conocimiento de los pueblos hispanohablantes Saludos bendiciones
ResponderEliminarY la décima en nuestras culturas por siempre
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