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domingo, 26 de mayo de 2013

COMO EN LA VIEJA RANCHERA



«Sonaron cuatro balazos a las tres de la mañana». De inmediato los jefes de familia vecinos de ese barrio tremebundo, gobernado por el malevaje, se levantaron para darse a la tarea de constatar que en sus hogares no faltaba ninguno de los suyos. Todos los que contaron al menos un miembro de menos comenzaron a rezarle al Espíritu Santo, para que se los trajera de vuelta, bueno y sano. Los más piadosos pidieron para la victima del suceso la clemencia del todo poderoso, al tiempo que solicitaban para él una parcela en el cielo y la recompensa de la vida eterna. A pesar de la curiosidad, nadie abandonó su casa para ir a verificar lo sucedido. La mañana siguiente todo el vecindario volvió a respirar tranquilo cuando se supo que, segado por la cólera, el jefe de bandidos de otra parroquia ordenó matar a tiros al perro de la madre del capo del sector, para mandarle un mensaje duro y claro. Como de costumbre, el vocero de la policía atribuyó el hecho a venganzas personales y a ajustes de cuentas entre bandidos.

Enoïn Humanez Blanquicett
Montreal, 23 de mayo de 2013

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