Esa mañana entre el hormiguero humano que
salía del metro venía ella. Nuestros destinos eran contrarios, por eso nos
cruzamos justo en el mitad de la calle. Nos miramos sin pudor y con salacidad.
Sin decirnos nada, con la mirada nos lo dijimos todo. Durante el día no pude concentrarme
en mis oficios. Sus profundos ojos verdes, su piel trigueña y su magnífico pelo
negro no cesaron de darle cuerda a una máquina de fantasías, que tomó el
control de mi espíritu. Perseguido por los fantasmas que sembró en mi mente me
fui a la cama. No había bien conciliado mi sueño cuando vi como un águila gigantesca destrozaba el techo de la casa y me raptaba de mi lecho. Cuando desperté estaba
en su nido, con ella acaballada sobre mi pubis, la espalda cubierta de plumas,
los brazos en forma de alas, sus pechos juveniles desnudos, comiéndome a besos
con su filoso pico. No me pidan que les cuente lo que sucedió durante el resto
de la noche. No lo sé, porque para saciar la voracidad de sus deseos se devoro
hasta el último de mis huesos.
Enoïn Humanez Blanquicett
Montreal, 21 de mayo de 2013.
Derechos
reservados de autor.
Espectacular, muy bien armado, deja la semilla del deseo volar al la imaginacion, muy bueno
ResponderEliminarHOLA COMO ESTAS. QUE FUE ESA MESCLA, ENTRE RAPTO, AMOR Y QUE MAS......................
ResponderEliminarExcelente relato de una prodigiosa imaginación. Si yo escribiera así, moriría tranquilo...
ResponderEliminarese es el poema q dijo la mexicana meri aldaco ��que le dedicaste x la noche q hablaron de sexo y porno��a tu mujer��no le caben los cachos x la puerta��
ResponderEliminar