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sábado, 9 de noviembre de 2013

Dinámica política municipal quebequense y resultados electorales en Montreal

Logos de los principales partidos políticos de Quebec. Imagen tomada de: Quebec Election_2012

La vida política municipal quebequense se caracteriza –a mis ojos- por dos aspectos: la ausencia de partidos políticos formales, ligados a una ideología; y la predominancia de la historia personal del individuo sobre la historia de las organizaciones políticas.

Con respectos a lo primero cabe decir que los partidos políticos que aparecen y desaparecen en las municipalidades quebequenses, elección tras elección, no están ligados a los partidos políticos, que dinamizan la vida política provincial y federal. A diferencia de Estados Unidos, donde los partidos Demócrata y Republicano se disputan el control del poder político desde la municipalidad más anónima, sinónima y antónima del país, hasta la Casa Blanca, en el caso de Quebec –en Canadá- los partidos federales no tienen conexión con los partidos provinciales, que a su vez carecen de relación con los partidos que dominan la vida política municipal.

Lo anterior hace del mundo municipal un escenario donde los partidos son coyunturales y perecederos. En general éstos se conciben a la víspera de las elecciones y se cocinan al calor de ellas. Los que ganan perduran en la escena municipal uno o dos periodos y desaparecen cuando las figuras que los conducen son sepultadas por los escándalos, como sucedió con el anterior alcalde Gérald Tremblay, o dejan de suscitar el interés de los ciudadanos, como sucedió con Louise Harel, quien fuera ungida en las elecciones de 2009 jefe de la oposición oficial en Montreal. Tanto el uno como el otro hoy son cosa del pasado al igual que sus partidos.

El carácter perecedero de los partidos políticos municipales –y la falta de una ideología conductora- hace posible que una persona que haya comenzado su carrera política bajo la bandera de un partido en una elección pretérita, la hubiese seguido en éstas elecciones en las filas de otro partido y se presente en los próximos comicios vistiendo los colores de uno nuevo. Ese es el caso de  Pierre Mainville, un político local, que fue elegido como concejal del distrito de Sainte-Marie en 2005 por el partido Visión Montreal, se hizo elegir en 2009 bajo la bandera de Proyecto Montreal y en las elecciones del domingo pasado defendió la camiseta del equipo de Mélanie Joly.

En síntesis, y apelando a una parábola de los cronistas de la actividad del musculo, en la vida municipal de Quebec un político local puede cambiar tantas veces de partido en su carrera política, como cambia un jugador de futbol o beisbol de equipo durante su carrera deportiva.

La ausencia de conexión entre los partidos federales, los partidos provinciales y municipales –en Quebec- hace posible que alguien que es federalista en las elecciones provinciales y federales, se encuentre con un independentista quebequense bajo el paraguas de un partido municipal; que un conservador o progresista termine apoyando la campaña de un reconocido jefe liberal o viceversa; o que un diputado conservador en la escena federal –como sucedió con el exprimer ministro Jean Charest- se convierta en el más aguerrido jefe –que ha tenido en los últimos tiempos- el partido liberal provincial.



Logos partidos políticos de Canadá. Imagen tomada de Election federales-2008.

Respecto al segundo tópico, hay que acotar que éste es consecuencia directa del primero. La usencia de una ideología conductora impide la articulación de una estructura formal y perdurable en el tiempo, que interactúe con los ciudadanos más allá de la coyuntura electoral. Como no hay conexión con estructuras electorales provinciales o federales, el partido no puede movilizar a sus tropas cuando se convoca a elecciones para dichos niveles de la organización estatal, ni capitalizar estos procesos electorales para hacerse a nuevos adeptos o promocionar la carrera de los mejores cuadros de su generación de relevo.

Lo anterior explica porque el nacimiento de los nuevos partidos va asociado a proyectos políticos personales, que emergen particularmente en momentos de crisis o cambios de época: un escándalo acaba con la carrera de un viejo cacique; un caudillo municipal cansado de ocupar el mismo banco después de varias décadas en la escena pública, se jubila o muere; una coalición de ciudadanos prominentes, hastiados de ver reinar a los mismos con las mismas, convence a un icono local del mundo empresarial o político para que lidere su aventura electoral; o una figura joven y carismática, sin mucho pasado, se lanza a la arena, convencida de que no tiene nada que perder y mucho que ganar.


Es esa lógica la que hace de los partidos políticos municipales entes transitorios, sin historia, con una imagen que se reduce a la imagen del jefe, ya que es la historia personal de éste la que le da significado a la existencia del partido y no al revés. Dentro de ese contexto vamos a encontrar partidos con nombres casi iguales, que para diferenciarse unos de otros sacan a relucir el nombre de la figura pública que los acaudilla.


 Postal del centro de la ciudad de Montreal

Para ilustrar bien lo anterior quiero traer a colación ejemplos concretos: Louise Harel - Vision Montréal; Union Montréal-Gérald Tremblay; Projet montreal Equipe Bergeron; Vrai changement pour Montréal - Groupe Mélanie Joly; Équipe Denis Coderre pour Montréal; Coalition Montréal Marcel Côté.


La anterior perspectiva del panorama político municipal nos permite de comprender mejor los resultados de las elecciones municipales en Montreal.

Los resultados electorales del domingo

Si le damos crédito a los comentarios de los corrillos (reales y virtuales), de la radio y de la prensa el ganador de las elecciones pasadas no es del todo Denis Coderre, sino el viejo partido Unión Montreal del defenestrado alcalde Gérald Tremblay. En efecto una gran parte de los miembros del Equipo Denis Coderre procede de las toldas del desaparecido partido Unión Montreal.

Para los que ven las cosas de ese modo, la clase política que ha manejado los hilos del poder municipal en Montreal en los últimos 16 años sobrevivió a los escándalos de corrupción que la salpicaron, parapetándose debajo del paraguas de una de las figuras políticas quebequense de mayor popularidad en la escena federal. Algunos analistas coinciden en un punto: Coderre, que arrancó la contienda con una ventaja larga sobre todos sus contendores, como en el tango, al cosechar solo el 32 % de los votos, terminó ganando la carrera por una cabeza.


Mélanie Joly. Denis Coderre, Marcel Côté, Ricard Bergeron, los cuatro principales protagonistas de las  elecciones en Montreal en noviembre de 2013.  Foto tomada de jacqueslanctot/archives, Photo Archives / Agence QMI

A pesar de haber cabalgado sobre una poderosa maquinaria política solo el 5.5% de la votación lo separa de Mélany Joly, una aparecida que sacó el 26,5 % del escrutinio, y un 6.3% lo distancia de  Richard Bergeron, que obtuvo el 25,7 % de los sufragios.  Las 27 sillas que su equipo ganó en el concejo municipal no le alcanzan para tener el control del cabildo, pues allí necesita 33 de los 65 escaños para poder gobernar sin ser torpedeado por la oposición. Eso explica porque Coderre aprovechó su discurso de ganador para comenzar a seducir a Marcel Côté y sus seis elegidos.

Sobre Joly hay que decir que mientras ella gana a título personal, pues sale de la sombra y queda de segunda detrás de Coderre, a solo 24 550 votos de la victoria, su equipo pierde. De los 117.375 votos que obtuvo Joly en las urnas no se beneficiaron sus coequiperos. Al momento de la redacción de esta nota, Vrai changement pour Montréal - Groupe Mélanie Joly  tenía a su haber solamente cuatro concejales y la alcaldía de la comuna de l'Île-Bizard-Sainte-Geneviève, no obstante haber Ganado Joly en seis comunas.

Por su lado Richard Bergeron, al contrario de Joly, aunque perdió ganó. Si bien pierde la alcaldía y como en las elecciones del 2009 vuelve a quedar relegado al tercer lugar, Bergeron gana al convertir a su partido en la oposición oficial. El partido de Bergeron pasa de 10 concejales elegidos en 2009 a 20 concejales en 2013. En lo que toca a alcaldías de comunas, su partido pasa de dos alcaldías locales a tres.


 Caricatura de Denis Coderre, alcalde elegido de Montreal. Imagen tomada de Le devoir

El perdedor definitivo de la contienda electoral es el partido Visión Montreal-Coalition-Montréal Marcel Côté, que fuera fundado en 1994 por otro alcalde de la ciudad Pierre Bourque. En las filas de este partido la debacle es casi total, pues de 19 elegidos en 2009 pasó a 6 escaños en las elecciones del pasado domingo. De la hecatombe del partido no se salvó ni su actual jefe: Louise Harel, una figura reconocida de la política provincial, que aspiraba al concejo municipal por el distrito Sainte-Marie y perdió frente al candidato de Projet Montréal. A nivel local, el partido se queda con las alcaldías de las comunas Côte-des-Neiges-Notre-Dame-de-Grâce y Mercier-Hochelage-Maisonneuve. Con esos resultados, los comentaristas locales de la política dan por hecho el deceso inminente del partido.

Importante de anotar que en la ciudad más cosmopolita de Quebec, la diversidad cultural y étnica que la caracteriza no se refleja de manera visible en su clase dirigente. Entre los nuevos elegidos no hay un afro-descendiente. En cuanto a los hispanos, ninguno de estos fue elegido. Sin embargo aquellos que se hicieron contar a concejos y alcaldías han abierto una trocha importante para las generaciones de políticos hispanos que vienen detrás.


Finalmente hay que destacar que en el distrito número seis de la ciudad de Drummondville fue elegido William Morales con  665 votos, que representaron el 37,40 % de su circunscripción. En Sherbrooke Edwin Moreno obtuvo el 32% de los votos de su distrito. Sin  embargo los 588 votos cosechados no le alcanzaron para ser elegido. No obstante Moreno destaca sus resultados como un gran logro político, pues su contendor era un concejero municipal que lleva más de un decenio reinando en el concejo de la ciudad y en su distrito pocos osan desafiarlo.


William Morales, candidato hispano, de origen colombiano, elegido en el distrito 6 de Drummondville.  Imagen tomada del periódico L’express: journalexpress

Nota: esta entrada fue publicada también en el portal informativo NM (Noticias Montreal) http://noticiasmontreal.com/115159/dinamica-politica-municipal-quebequense-y-resultados-electorales-en-montreal/

Elecciones municipales y candidatos hispanos en la provincia de Quebec



Imagen tomada de: Élection Montréal

Las elecciones son un ritual social: como el Halloween, el San Valentín, el carnaval, la Semana Santa o Navidad, que se practica en las sociedades occidentales, desde hace más o menos dos siglos, en promedio cada cuatro años. Con este ritual el ciudadano; como se le llamaba en el siglo XIX a la gente educada, con cierta independencia económica y con una buena cantidad de tiempo libre para dedicar a la vida pública, ha buscado evitar la perpetuación en el poder de eso que, en buen castellano de Colombia, podríamos llamar el reinado de los mismos con las mismas.

En las democracias respetables –y no quiero citar una en particular, porque todas las democracias tienen sus lunares- las elecciones cumplen, en teoría, la función que cumplen los balances y rendiciones de cuentas en las empresas. En ese momento el elector, que le otorga al elegido la parcela de poder que adquiere con la mayoría de edad, pide cuentas y oye propuestas para decidir si renueva su confianza en él o si escoge a otra persona para que represente sus intereses, sus aspiraciones y sus creencias y caprichos filosóficos en la escena pública.

Los candidatos a elegidos, para demostrar que son sensibles y empáticos con la condición humana, deben –durante uno o dos meses- cargar y besar niños ajenos, visitar ancianos, palear nieve, meterse al barro, cargar ladrillos y fingir interés por los asuntos de la vida cotidiana  de la gente del común. Ellos saben que el que mejor juegue ese rol  ganará el derecho a pasar cuatro años alejado del trafago tortuoso, que joroba minuto a minuto, semana tras semana la vida de la gente que no es elegida.

Pero eso no basta. Para que el ritual sea completo y creíble, los políticos deben durante esa competición singular que son las elecciones, insultarse y ridiculizarse mutuamente, mientras asumen al mismo tiempo la pose de personas inteligentes, resumiendo en pocas palabras y con términos pomposos la tracalada de problemas, en los que se sumergen día y noche sus electores. Igualmente deben inventarse soluciones exóticas para problemas, que muchas veces ellos mismos se inventan. El truco tiene el objetivo de convencer al elector de que el elegido se preocupa por los problemas que lo asfixian en la vida de todos los días. Si su mensaje cala en el elector, el político es elegido y de ese modo puede dedicarse a practicar en los foros de la democracia su deporte favorito: parlamentar sobre lo humano y lo divino, fingiendo que arregla el país.

El ejemplo claro de lo que en política podría llamarse parlamentar por parlamentar, sin detenerse a pensar en la vida de la gente del común, en el destino de la nación o en el futuro de las nuevas generaciones lo acabamos de presenciar en los Estados Unidos. Allí el Tea Party le ha servido varias tazas de té tóxico a un país entero, simplemente porque quiere arrodillar a un gobierno comandado por el partido rival, al que le quiere imponer a troche y moche su agenda ideológica de menos presencia del Estado en lo social y más presencia del Estado en lo militar.

El icono que podría simbolizar el acto político de parlamentar para estorbar es el senador Ted Cruz. Con el objeto de impedir que la ley Obama sobre la salud se pusiera en marcha, Cruz habló 21 horas seguidas dentro del marco de una estrategia, que buscaba paralizar al Estado para conducir al gobierno al fracaso. Cruz es una de las primeras figuras hispanoamericanas que ha alcanzado plena visibilidad en el congreso estadounidense. Lo asombroso es que se ha vuelto visible por poner su poder al servicio del dogma ideológico y no de la sociedad.


Ted Cruz, figura visible del ala radical del partido republicano, mejor conocida como Tea PartyImagen tomada de: fotoTedCruz&tbm

El ejemplo de Cruz me permite volver de nuevo al tema de esta crónica: las elecciones municipales. Hay momentos en la vida de las sociedades democráticas en los que el problema más grave de la sociedad no es el desempleo, la mala calidad del sistema de salud, la inseguridad generalizada o el estancamiento de la economía. Es la clase gobernante, la elite política.

Este es el caso de Montreal y de varios de los municipios vecinos y circunvecinos, como Laval, Mascouche y Saint-Jérôme, donde el principal problema que hoy tiene la sociedad se llama la clase política.

Estas apacibles ciudades, donde los periodistas, antes de 2009, penaban a diario por encontrar un hecho digno de primera página, han sido sacudidas desde el 2010 por una serie de escándalos políticos de talla mayor. La indelicadeza de la clase política y del entorno empresarial que la acolita corrompió el sistema municipal y se llevó por delante a varios acaldes. En su ir y venir la puerta fue dejando al descubierto la manera como la mafia –pura y dura, la de pistola y plomo– capturó por debajo de la mesa el mercado de la contratación municipal, en el ramo de la construcción de obras públicas. La captura de la contratación municipal por parte de la mafia sucedió, en simultánea, con la toma de la dirección de un sindicato de obreros de la construcción.

La avalancha sepultó al alcalde de Montreal, un hombre de aire santurrón, que más que alcalde de ciudad cosmopolita parecía cardenal vaticano de la época del papa Pablo VI. Para completar la maroma, por usar un giro vallenato de Adolfo Pacheco, su sucesor, Michael Applebaum, que llegó a sucederlo prometiendo hacer el aseo, fue detenido por la policía seis meses más tarde. Dicen las malas lenguas que Applebaum fue a dar a la gayola, por haber implementado –de tiempo atrás- un sistema de permisos destinado a sus amigos constructores de condominios –algunos de ellos empresarios honorables reputados por tener lasos con el mundo del malevaje–, que les permitía levantar sus edificios sin tanto pero ni paro.  

Pero bueno, la intención mía en esta ocasión no es hacer el inventario de los escándalos de corrupción protagonizados por la élite política de Montreal y sus alrededores. Sobre eso ha corrido tanta tinta en los periódicos, que ésta alcanzaría para llenar un lago.




Gérald Tremblay, alcalde de Montreal que debió renunciar debido a un escándalo de corrupción sin precedentes en la historia de la ciudad. Imagen tomada de wikipedia

El interés mío en esta ocasión es recordarle a los 98 330 hispanoamericanos de Quebec: sin importar su edad, la importancia de tomar partido en estas elecciones. De no hacerlo, alguien lo va hacer por ellos. En el caso de Montreal, donde viven 80 175 hispanos, que vienen de los países situados al sur del Rio Grande, implicarse en la cosa pública, a través del voto, significa comenzar a afirmarnos como grupo social y a reclamar el derecho a vivir alrededor de la plaza.

Esto se podría hacer votando por personas como Soraya Martínez, candidata a la alcaldía de la Comuna Villeray–St-Michel–Parc-Extension, por Sergio Borja, que aspira a ser concejal local en el distrito del Canal o por José Humberto Salas Castro, que aspira a concejero local en el distrito de Saint-Paul—Émard. Aunque aspiran a conseguir curules a nombre de partidos diferentes, estos hijos de la América Hispana bien merecen el apoyo de la comunidad hispánica, en los distritos y comunas en las que se la  juegan por la democracia. 

En Sherbrooke, ciudad en donde solo tres hijos de la emigración osaron presentarse a título independiente, porque ningún partido les abrió las puertas, también hay dos hispanos en lisa: Juan Ovidio Arango y  Edwin Moreno.



Mbatika Matamba Henry, Edwin Moreno, Juan Ovidio Arango,  Candidatos independientes en Sherbrooke. Foto tomada del portal de Cogeco Nouvelles en fm93

Un mensaje que circula insistentemente en las redes sociales pregona que a los políticos, como a los pañales, hay que cambiarlos a menudo por la misma razón. En el área de Montreal llegó el momento de cambiar a los políticos, pues la actual clase política produce nauseas. Una manera de renovar la clase política sería llevando más inmigrantes a los puestos de mando.

La clase política tradicional de Montreal está desprestigiada. Un mal olor envuelve hoy al Hôtel de ville. Los viejos políticos expelen un insoportable aroma a pañal usado, que nos genera repulsión. Pero esto no debe llevarnos a renunciar a nuestro derecho de hacer uso del voto. Es en momentos como éste, en los que ejercer la ciudadanía se convierte en un acto soberano. En la actual coyuntura, participar de la vida política votando a conciencia resulta saludable para la sociedad y para los sujetos.

¿Por qué no aprovechar este momento de escándalos, rupturas y renovación para posicionarnos como hispanos en la escena pública municipal y local? A usted la palabra mí querido lector.



 Prototipo que simboliza la gente votando: Imagen tomada de  galeriacometa.blogspot.